Pese a todo y mientras
permanecíamos ajenos al acontecer del resto del Mundo, el nombre de Almería
quedaba escrito con letras mayúsculas al otro lado del Atlántico... y les
cuento:
En 1518, cuando Carlos V tomaba
posesión del trono de España, el capitán Juan de Grijalva desembarcaba en las
costas de lo que luego llamaríamos Nueva España.
Este descubridor castellano -curtido
en las conquistas de Cuba y La Española- había recibido el encargo de continuar
la exploración del Yucatán. Así, en el mes de abril, partió
Grijalva desde Cuba al mando de cuatro navíos y más de doscientos hombres. Le
acompañaban otros conocidos capitanes que ya se habían distinguido junto a Cristóbal
Colón y el cronista Bernal Díaz del Castillo.
En su periplo, descubrieron la
isla de Cozumel, se adentraron en Yucatán, Campeche y Tabasco y, lejos de regresar con la misión
cumplida, optaron por continuar más al Norte, navegando por las aguas inciertas
de un todavía desconocido Golfo de México.
Dos meses más tarde, pasada la
costa luego nombrada de Veracruz, desembarcaban los españoles en una tierra
que, por sus pinceladas, se les antojó conocida. Había allí una población indígena,
asentada en una extensa playa junto a la desembocadura de un río y flanqueada
por una vasta sierra, urbe a la que, por su semejanza con la nuestra, bautizó
Grijalva con el nombre de “Almería”.
Era esta nueva Almería -o Nautla,
como así la llamaban sus primitivos moradores- un asentamiento rico, poblado
por indios totonacas, cuyos dominios tiempo ha se hallaban sometidos al poder
del imperio azteca, circunstancia que justificó la buena acogida dispensada a los
españoles, en quienes vieron los indígenas a sus libertadores del yugo mexica.
Un año más tarde llegaba a
aquellas tierras Hernán Cortés. Necesitaba el conquistador de fuertes apoyos
para proseguir con la expansión española y, por ello, recurrió a la alianza que
Grijalva firmó con los totonacas de Almería. Tras los indios “almerienses”, se
unieron a Cortés muchos otros de importantes ciudades como Cempoala,
convencidos todos de que su compromiso con España les libraría del tirano
azteca.
Así, fortalecido el español, en
noviembre de 1519 entraba Cortés en la gran capital Tenochtitlan, corazón de
México, donde fue recibido y agasajado con honores de rey por el Emperador Moctezuma
II, consciente éste de que no podía frenar el avance conquistador y la
revolución india apoyada en nuestras banderas.
Mientras en la capital se
entretenían y disipaban alegremente los españoles, los lugartenientes de
Moctezuma planeaban recuperar para su rey las riendas del imperio. Su objetivo
primero era claro, pasaba por asestar un golpe definitivo al origen de la
sublevación india y del apoyo a los invasores: Almería.
Al mando de miles de indios mexicas,
marchó entonces el caudillo Cuauhpopoca hacia aquellas tierras. El asalto
brutal a los campos de Almería sembró el pánico en los totonacas, quienes
pidieron auxilio a Escalante, capitán que Cortés había dejado como gobernador
de la cercana Veracruz. Éste, con cuarenta españoles y dos piezas de artillería,
organizó la defensa de Nueva Almería junto a los naturales del lugar.
Poco podían hacer frente a los más
de cinco mil hombres que mandaban los aztecas pero, entrados en armas, fue tan
férrea su defensa que consiguieron finalmente forzar la retirada de los
atacantes, si bien quedó Almería destruida, su población casi aniquilada y el
valeroso Escalante herido de muerte.
Pronto llegó lo acontecido a oídos de Hernán Cortes, que
no dudó en dirigir su ira contra Moctezuma. El emperador, para exculparse y
contentar a los españoles, mandó prender y ajusticiar a los caudillos
responsables, quienes, mientras sus cuerpos ardían en la hoguera, denunciaron al
Rey y confesaron actuar bajo sus órdenes.
Ninguna otra prueba necesitó
Cortés para poner preso a Moctezuma y asumir el gobierno de México.
Poco después se aceleraron los
acontecimientos; moría el Emperador de manos de uno de sus súbditos, la
sublevación de los aztecas justificó el aplastamiento de Tenochtitlan y, tras
ello, la conquista definitiva del imperio azteca para la Corona Española.
De los sucesos de Nueva Almería y
su importancia para la Historia sólo quedan hoy vagos recuerdos. La gran provincia de Almería fue en
los siglos que vinieron orgullo del estado mexicano de Veracruz por sus explotaciones
ganaderas y su riqueza agrícola, que hoy como antaño, se desarrolla en lo que
siguen llamando “Los Llanos de Almería” y, pese a que la nueva población fue en
tiempos recientes rebautizada con su primitivo nombre indígena, Nautla, en
su escudo municipal se plasmó la memoria de esos hechos pretéritos, principio
del fin de la dominación azteca, cuyo recuerdo pasean hoy por el Mundo los
miles de mexicanos que comparten orgullosos el apellido “Almería”.
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