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viernes, 8 de noviembre de 2019

EL PORQUÉ DE LAS MIGAS CUANDO LLUEVE


   Todos nos lo hemos preguntado alguna vez, entre cucharada y cucharada, al menos el instante previo a que el gusto silencie nuestra curiosidad hasta la próxima lluvia.

Como las respuestas que he conocido carecen de fundamento, son fantasiosas o, simplemente, no lo son, quiero aportar algo de miga a tan harinoso interrogante.

Las migas –acaso el manjar más español en todas sus variables- fue en su origen comida de pastores, a éstos y a la trashumancia debemos que se popularizara en toda la península. Lo común de sus ingredientes y su gran aporte calórico las convirtieron en alimento idóneo con el que afrontar las duras jornadas de trabajo. Algunos autores modernos, en ese afán ya cansino de atribuir a todas nuestras cosas un origen musulmán, afirman que su paternidad es andalusí; pero la realidad es otra. Los pastores íberos, los guerreros de Viriato, ya cocinaban migas antes de la colonización romana y, en el siglo I, se refiere a ellas Marcial, el famoso poeta de Bílbilis que pasó a Roma protegido de Séneca; Covarrubias afirma que su nombre procede del latín “mica”, arena de las riberas, con influencia del verbo “micare” (brillar). Más difícil es, por ser cocina trashumante, localizar su lugar de nacimiento, aunque el consenso es mayor sobre Castilla o Andalucía.

La literatura española está plagada de guiños a este plato, el más referido y casi siempre vinculado a escenas pastoriles o del campo, donde se ensalza su ritual como comida para compartir, de hermandad y amistad -de ahí la expresión “hacer buenas migas”- e incluso en nuestra tradición, los pastores que recibieron la visita del ángel anunciador del nacimiento de Jesús estaban haciendo migas. Cerca de Madrid se encontraba el soto de Migas Calientes –donde se ubicó el primer Jardín Botánico- que seguro debe su nombre a que allí, antaño pastos junto al Manzanares, se congregaban los pastores venidos de muy distintos lugares para hacer y comer sus migas.

Con ellas hemos marcado las horas e incluso denominado a planetas, así, al lucero matutino o vespertino -el planeta Venus- se le llamaba en el Sur peninsular “lucero miguero” porque su visión coincidía con la hora de hacer las migas los pastores: al amanecer antes de salir a trabajar y al atardecer finalizada ya la jornada. En el s. XIX se consolidaron como rancho habitual en el Ejército y en las academias militares, donde las “migas de cadete” reforzaron lazos entre soldados y oficiales. Del campo pasaron a nuestras ciudades y, de éstas, al resto del Mundo, colándose las humildes migas en lujosos recetarios, como pasó en la corte de Francia, donde las impuso la Emperatriz Eugenia de Montijo, que las tomaba con sardinas en recuerdo de su infancia granadina.

        "Campesino clamando al cielo por la lluvia"
por Jesús de Perceval, 1974
¿Cuál es, entonces, la peculiaridad almeriense por la que, cual mandato divino, tomamos migas cuando llueve? Para dar la respuesta debemos retrotraernos al origen y ponernos en la piel de nuestros pastores. A diferencia de otros lugares de la geografía española, la climatología de Almería, marcada por la escasez de lluvias, suponía un plus de dificultad para el pastoreo, por ello, cuando llovía ocurrían dos cosas para el pastor: una, inmediata, que era ponerse a resguardo en los chozos, cuevas o cortijos y esperar a que escampe, lo que brindaba el tiempo necesario para preparar unas buenas migas, que necesitan más que ingredientes, paciencia, cualidad común a todos los pastores; y, la segunda, la que marca la diferencia con el resto de España, es la festiva, de acción de gracias, porque la lluvia es garantía de que habrá hierba para el ganado. Aunque en todo lugar era habitual comer migas con mal tiempo, sólo en el sureste español se destaca y acentúa el acto de gratitud al cielo por la lluvia ¿o creemos que los pastores gallegos se muestran agradecidos y hacen fastos cuando llueve un día sí y otro también? La satisfacción y alegría era -y es- común para los pastores y agricultores almerienses, de ahí que el ritual de hacer las migas cuando llueve se haya perpetuado hasta nuestros días como una festividad religiosa, momento de encuentro entre familiares y amigos que, alrededor de la sartén, “cucharada y paso atrás”, comparten con alegría el augurio de un año de bienes. 
Pruebas de lo dicho encontramos, además de en la literatura, en nuestro Refranero, casi tan sabio como antiguo, del que rescato algunos refranes referidos a nuestras latitudes: “Cuando llueve y hace sol, come migas el pastor” (el pastor se regocija si el sol mezcla sus rayos con la lluvia, pues es garantía de abundante hierba) o sus variables “Cuando llueve y hace sol, alegre está el pastor”, “…bailan el perro y el pastor”; “En marzo, ni migas ni esparto” (porque es mes poco lluvioso, carente de largas veladas para hacer pleita)

Desde esta tierra se exportaron las migas a Filipinas -donde nuestros monjes dominicos fundaron otra Almería- y, en idioma tagalo o filipino, las llaman “paralosdos”, hermosa voz que evoca su condición de ser compartidas. También dieron su nombre a varios lugares de la provincia almeriense, como el Barranco de Gachas-Migas, entre Carboneras y Mojácar, la cortijada que con igual nombre encontramos en Cantoria, o la loma de Migas en Vícar. Muy típicas han sido siempre en los campos de Níjar y así lo recoge García Lorca en “Bodas de Sangre" (-Hace migas a las tres, cuando el lucero…) De las migas almerienses se ocuparon nuestros escritores y poetas, Sotomayor, Cano Cervantes, Carmen de Burgos “Colombine” o Celia Viñas, entre otros; y aún fueron causa del intento de suicidio de uno de los autores del crimen de Gádor, Julio “el Tonto”, que quiso matarse en la cárcel de Almería…por no poder satisfacer su ambición de tomar enormes platos de migas.

Más, para ser justos, comer migas cuando llueve no es una tradición sólo almeriense sino del sureste español, pues igual costumbre tienen en algunas zonas de Murcia, lo cual, lejos de desmerecer la nuestra, abunda en la explicación que he dado y evidencia también la íntima relación que siempre hemos mantenido con nuestros vecinos murcianos.
    Desde aquí, llueva o no, reivindico las migas como plato vertebrador, que nos hermana y aúna, algo que tanto se echa en falta estos días y, resaltando las palabras de Mariano de Cavia “España es España y, las migas, migas son -¿Cómo son esas famosas migas? - Como han de ser, bermejas y doradas igual que nuestra bandera

Jesús Ruz de Perceval
Publicado en "Diario de Almería", 07/11/2019

martes, 22 de octubre de 2019

ZABALETA Y PERCEVAL

Por Jesús Ruz de Perceval
Abogado, miembro del Instituto de Estudios Almerienses.
Artículo publicado en la revista "Sueños de Quesada" nº 1, 28/01/2019
Quesada (Jaén)

    Hay paralelismos en la vida que justifican o abocan a un inevitable encuentro. Algo así ocurrió entre estos dos genios de la pintura española. Jesús de Perceval y Rafael Zabaleta se conocieron en Madrid sobre 1935; allí viajaron desde el Sur para formarse y, sobre todo, en busca del alimento cultural que no encontraban en sus lugares de origen; allí coincidirían en las afamadas tertulias -la del Café Gijón o la de Pombo- entonces verdaderos templos del conocimiento y vasos comunicantes de las corrientes artísticas, “vale más una silla en el Gijón que un sillón en la Academia” que diría F. Fernán Gómez.

Ambos procedían de familia acomodada más, en pos del Arte, renunciaron a las imposiciones de la sangre; fueron agricultores obligados, uno de naranjas y otro de aceitunas; sintieron durante toda su vida un especial apego a sus terruños, Almería y Quesada, un enamoramiento con su luz y sus paisajes que con tanto acierto plasmarían en sus lienzos, cual único y verdadero escenario de la vida. Esta comunión la tuvieron también con la Historia y se vistieron de atrevidos arqueólogos, el de Quesada, de la mano de Juan de Mata Carriazo y, el de Almería, de la de Juan Cuadrado, precursor del Museo arqueológico y difusor de la obra de Siret. Ese desaforado amor a la tierra justificaría en parte que, a la postre, también ambos recibieran el título de Hijos Predilectos de sus respectivas ciudades.

 
   Barcelona, 1953. Zabaleta, Rosario de Velasco, Mercedes de Prat
y Jesús de Perceval en casa de Cesáreo Rodríguez-Aguilera
En 1936 ingresó Perceval en la carrera de Bellas Artes en Madrid, estudios que Zabaleta ya había terminado pero que decidió ampliar hasta que el inicio de la Guerra Civil truncara la formación académica de ambos. Volverían a coincidir en Valencia, donde se instaló Perceval tras conseguir huir de la Cárcel Modelo de Madrid. En Valencia el almeriense, arropado por José Renau, director general de Bellas Artes, y bajo distintos seudónimos, pudo seguir pintando a cambio de ocuparse en la elaboración de carteles y el rodaje de documentales sobre el devenir de la Guerra, pues fue nombrado responsable de los Estudios de Propaganda de las Juventudes Socialistas Unificadas. A principios de 1937, huyendo de Jaén, Zabaleta llegaría a Valencia, donde lo recibió y apoyó Perceval y, juntos, participaron en las tertulias del Café Ideal Room, en las que eran asiduos Antonio Machado, Victorio Macho, Arteta o López Mézquita. Ese año el de Almería expuso en el Ateneo valenciano y fue uno de los seleccionados para representar a España en la Exposición Internacional de París, muestra en la que presentó el famoso “Guernica” Picasso, a quien ambos conocieron y admiraron. No obstante fueron tiempos de penuria para los dos. Perceval, fue hecho preso en las cárceles valencianas en reiteradas ocasiones y, a comienzos del 38, lo detuvieron y trasladaron a la cárcel de Almería, donde permanecería hasta el fin de la guerra; Zabaleta marchó entonces a Guadix, donde consiguió que lo colocaran como conservador del Patrimonio y, luego, a Baza, ciudad en la que sus dotes de dibujante le propiciarían trabajar como delineante para la comandancia de Ingenieros.
"Figuras en el paisaje" Zabaleta y Marichu
en Almería, abril de 1951
Tras la contienda civil no cesarían sus infortunios: el hecho de haber trabajado en zona republicana, los dibujos y pinturas de la guerra que ambos realizaron y las denuncias que ahora presentaban otros pero que igualmente encerraban envidias y viejos rencores, les obligaron a pasar por la “depuración” del nuevo régimen.

En 1940 volverán a encontrase en Madrid; retomaron su actividad pictórica y la asistencia a las tertulias capitalinas, alternando temporadas de estancia entre la Villa y Corte y sus respectivos hogares, si bien en los primeros años de esa década Perceval estuvo más involucrado en la reconstrucción de Almería y en la fundación del Movimiento Indaliano. Se dio entonces una nueva coincidencia que abundaría en la relación de Perceval y Zabaleta, amén de favorecer sus carreras artísticas: ambos pintores despertaron la admiración del filósofo Eugenio D´Ors, fundador de la Academia Breve de Crítica de Arte, quien, desde entonces, les brindaría su apoyo incondicional y su mecenazgo, siendo seleccionados en reiteradas ocasiones para las Exposiciones Antológicas y el Salón de los Once de dicha Academia que, en 1948, acogería también al Movimiento Indaliano, dado a conocer en España el año anterior con su exposición colectiva del Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid, inaugurada por el marqués de Lozoya y apoyada por D´Ors.


En 1947 participaron en la Exposición de Arte Español Contemporáneo de Buenos Aires y, en agosto de 1948, Zabaleta se sumó a los indalianos en la selección indálica de la I Exposición de Pintura Contemporánea Española celebrada en Almería; no en vano, Perceval consideró siempre a Rafael como indaliano, no por haber sido distinguido con el “Indalo de Oro” sino porque, en esencia, compartía los postulados estéticos del Movimiento Indaliano formulados por Perceval, asentados en un reencuentro con la Naturaleza, en la dignificación del hombre a través de la luz y el paisaje que le rodea, con el que se compenetra.
 
 Vista del puerto de Almería con San Roque y la Alcazaba
 al fondo. Dibujo de Rafael Zabaleta.

Zabaleta pasaba temporadas en Almería en casa de Perceval, quien le mostró los desiertos de Tabernas, los contrastes de esa tierra luminosa, sus playas, la Chanca o el barrio de pescadores,  escenas que llevaría el de Quesada a sus óleos, a veces tildados con indalos. Esta ciudad costera despertó también en Zabaleta el amor, acaso platónico, para con Marichu Moro Puig, estudiante de la Escuela de Comercio y actriz de teatro ocasional varias veces retratada por Rafael, y, allí también, inducido por Perceval, surgió su pasión por las motos, con las que ambos recorrerían la provincia almeriense en busca de ocultos y nuevos paisajes.


Participarían en la I Bienal Hispanoamericana de Arte en 1951, fecha en la que también tuvo lugar el I Concurso de Pintura de Quesada, organizado por su Ayuntamiento, convocatoria a la que, animados por Zabaleta, concurrieron Jesús de Perceval y su esposa Trina de la Cámara en un primer ejercicio de correspondencia que, años más tarde, fructificaría con el hermanamiento de Quesada y Almería. Trina, inspirada dibujante –fue premio nacional de Dibujo- y mujer de temperamento que no se reprimía al aconsejar a su marido en los diseños, hacía lo propio con su amigo Zabaleta, esbozándole ideas que creía acertadas para su pintura, algunas de las cuales llevó a cabo, como la que representaba a un campesino pintado por la espalda, “piloto” de una tartana, enmarcado por el toldo y recortado por la luz de un paisaje con un camino que fuga hacia un horizonte sólo interrumpido por las orejas centinela de la mula, cuyo paradero desconozco. En esa década de 1950 desarrollarían una intensa actividad creativa y expositiva, apreciándose con más claridad las influencias mutuas.

A principios de 1960 Zabaleta viajó de nuevo a casa de Perceval “-Me encontraba mal y me he venido a estar contigo” pero quiso el destino que en esta tierra de Almería, donde se insuflaba de vida, le llegara el preaviso fatal de la muerte. El 11 de febrero se empezó a sentir peor y sufrió un infarto. Trina llamó de urgencia al doctor Arigo, médico muy amigo, director del Hospital Psiquiátrico, quien le recetó medicación y unas inyecciones que le puso un sobrino político de Perceval, Juan de la Cruz Navarro, veterinario de profesión y, acompañados de otro gran amigo, Joaquín García Ramos, perito agrónomo de Valencia, guardaron vela toda la noche a su cuidado. Al día siguiente, cuando ya parecía fuera de peligro, Perceval le bromeó a Rafael: “Si el maestro D´Ors viviera y le contara que te habían curado el director del Manicomio y un veterinario asistido por un perito agrícola, se confirmaría la teoría de tu campesinismo zoomórfico” Durante los días siguientes permaneció al cuidado de Trina de la Cámara –a la que tanto apreciaba y la única cualificada de aquel variopinto equipo médico, ya que había sido enfermera durante la guerra- y, a primeros de marzo, ya restablecido, regresó a Quesada, prometiéndole a Trina pintarle un óleo que no llegaría a realizar, pues en las fechas siguientes acudiría a especialistas de Jaén y de Madrid sin solución y falleció en su pueblo el 24 de junio.

"Cabeza de mujer" de Jesús de Perceval.
Museo Rafael Zabaleta
De aquella estancia -o despedida- en Almería se conserva la última imagen de Zabaleta: una preciosa fotografía realizada por Perceval, en la que aparece Rafael con sombrero, sentado en lo alto de la loma de San Cristóbal cual vigilante de la ciudad de Almería, con su bahía y Cabo de Gata al fondo.

Jesús de Perceval lloró la muerte de su amigo, escribió sentidos artículos en su recuerdo, participó en los homenajes que se le tributaron y colaboró para la fundación del proyectado Museo Zabaleta en Quesada. Para sellar aquella unión, en 1968 promovió el hermanamiento entre ambas poblaciones, el cual se formalizó el 15 de agosto, festividad de la Virgen de Tiscar, con la inauguración en Quesada de la Avenida de Almería, en presencia de las autoridades almerienses que correspondieron dándole el nombre de Quesada a una calle de su ciudad, y la Cofradía de Nuestra Señora de Tiscar nombró al pintor almeriense su “hermano honorario”.

En abril de 1978 se rodó en el estudio de Perceval una secuencia de la película que TVE realizaba sobre Zabaleta, para la serie “Artistas Españoles” a la que se sumaron otras grabaciones de los años 50 del pintor de Quesada recorriendo Almería con los indalianos.
En 1982 Jesús hizo llegar a la Diputación de Jaén una filmación de Zabaleta para incorporarla al audiovisual que se estaba confeccionando, así como una edición crítico-literaria, con motivo de la exposición antológica itinerante y otra de pintores andaluces en homenaje a Rafael.

No pudo evitar la muerte que Zabaleta y Perceval siguieran exponiendo juntos, como así ocurrió en la Exposición Pintores Andaluces desde 1900, celebrada en Granada en 1978, donde convivieron sus obras junto a las de Picasso, Vázquez Díaz, Romero de Torres, López Mezquita o Manuel Ángeles Ortiz, entre otros.

Estoy seguro de que a Rafael le hubiera alegrado saber que mi madre, Carmen Perceval, hija mayor de Jesús, a la que conoció niña y con la que esbozó dibujos, andando el tiempo, convertida ya en pintora, sería galardonada con el Primer Accesit del Premio Nacional Rafael Zabaleta y, con este recuerdo, pongo fin a mis pinceladas sobre la relación de estos dos genios de la luz y el color. 


Febrero de 1960: Última fotografía de Zabaleta, realizada por Perceval en Almería, en la Loma de San Cristóbal. Tras él, la bahía y el Cabo de Gata