Teatro Cervantes y Círculo Mercantil |
A fines de 1973, la junta directiva del Círculo Mercantil e
Industrial, presidida entonces por
Antonio González Vizcaíno, acordó e inició sigilosamente las gestiones
tendentes al derribo del inmueble para adjudicar el solar y posterior
edificación de un bloque de pisos y locales a la empresa constructora “Ofitesa”.
Corrido el rumor, tal atentado fue denunciado en la
prensa local por Emilio Pérez Manzuco y por la Tertulia Indaliana, desde cuyo
seno Jesús de Perceval manifestaba que el Cervantes era a Almería lo que La
Scala a Milán, el Liceo a Barcelona o el Teatro Real a Madrid “¿Es que no existen -decía- en la periferia espacios
suficientes para levantar todos los rascacielos que se deseen y se hace
necesario destruir el corazón de nuestra ciudad?”
De los miembros que componían la junta directiva del Círculo,
sociedad propietaria del Teatro, sólo una voz discordante se oyó, como un grito
en el desierto, en contra del pretendido negocio: la del letrado Juan José
Pérez Gómez. Amén de la singularidad estética e histórica del edificio,
fundamentaba sus argumentos este abogado en -cómo no- motivos legales y
reglamentarios, por cuanto todas las decisiones adoptadas tendentes a la
demolición y adjudicación de la nueva obra conculcaban no sólo la legalidad
sino la letra de sus propios estatutos. Pero, pese a lo acertado y elocuente de
sus razonamientos, éstos poco podían hacer frente a la avidez de aquella
conjura.
En efecto: pendiente la aprobación definitiva por parte de
la junta general, González Vizcaíno y su directiva, para anular cualquier
oposición, aprobaron previamente una entrada masiva de nuevos socios seleccionados
ex profeso para asegurarse el voto
mayoritario favorable a la demolición. Esos nuevos socios eran –oh, sorpresa-
los dueños y empleados de la constructora adjudicataria “Ofitesa” así como
conocidos abogados y profesionales liberales de Almería dependientes o
vinculados a aquella y otros necesarios para que fructificase ese pingüe
negocio.
Así, compradas todas las voluntades y constatada la
complicidad silenciosa de las autoridades locales, parecía ya inminente el
derribo del conjunto monumental. La junta general que debía ratificar tal
atentado quedó fijada para la tarde del domingo 17 de febrero de 1974,
coincidiendo con la retransmisión televisiva de un partido Barcelona-Real
Madrid que resultó ser mítico. Ya parecían escucharse los motores de las
excavadoras que debían derribar nuestra Historia...
Jesús de Perceval en su estudio. |
Fue entonces cuando Jesús de Perceval –el mayor valedor del
patrimonio y cultura almeriense que ha conocido esta tierra- comprendió que la
salvación del Teatro tenía que venir de fuera de Almería. Así, contactó con su
amigo el historiador Ricardo de la Cierva, quien sería ministro de Cultura y que
en ese momento ocupaba la Dirección General de Cultura. Perceval le informó
puntualmente sobre aquella barbaridad, del peligro inminente de perder este
conjunto arquitectónico, bien de los almerienses, y le requirió para que desde
Madrid se abortase ese irreparable daño. En aquella primera conversación telefónica
intervino también mi padre por empeño de mi abuelo Jesús, pues había sido alumno
de De la Cierva, el cual no pudo sino confirmar la denuncia. Después de ésta y
otras conversaciones, Perceval consiguió involucrar en el problema al director
general para que el Ministerio tomara cartas en el asunto.
Y llegó el día de la votación. El salón renacimiento del Círculo
Mercantil acogía a sus socios para tan crucial sesión. Con retraso, la directiva
ocupó la presidencia. González Vizcaíno tomó la palabra para decir que no tenía
necesidad de convocar aquella reunión pues estaba autorizado por la junta para adjudicar
el inmueble a la empresa constructora Ofitesa. En esos momentos, entró en el
salón el director general de Cultura acompañado por el gobernador civil y Jesús
de Perceval. Ricardo de la Cierva se dirigió entonces a los asistentes, les
manifestó su férrea oposición al derribo y terminó ofreciendo la ayuda del
Ministerio para la restauración del Teatro y el mantenimiento del Círculo.
Al presidente del Círculo no le quedó otra que suspender la
junta general y levantar la sesión, dando carpetazo al negocio inmobiliario. Así
cesó el peligro, así se salvó el Teatro. Aunque, para ser precisos, ya estaba
salvado poco antes de aquella reunión, cuando De la Cierva hizo llegar a todas las
autoridades locales la decisión de Madrid de que no iba a permitirse aquel
atropello.
Jesús de Perceval no tuvo éxito en sus intentos por salvar
el antiguo convento de San Francisco que presidía la plaza de San Pedro o en su
empeño por recuperar el patio renacentista del castillo de los Vélez, ejemplos
que no empañan sino que dignifican sus desvelos para proteger el patrimonio
histórico almeriense. Otros ejemplos, los felices, los tenemos en la
pervivencia del Teatro, el mihrab califal en la Iglesia de San Juan -que salvó
junto a Fernando Ochotorena- la torre nazarí de Santa Fe de Mondújar, así como el
descubrimiento y protección de numerosos yacimientos arqueológicos de nuestra
provincia, entre otros logros.
Más allá de sus méritos artísticos, del Indalo y la fundación
del Movimiento Indaliano, de la regeneración de la Cultura almeriense, de la
defensa de lo nuestro y la promoción exterior de esta tierra –hechos que le
valieron el título de Hijo Predilecto- con la muerte de Perceval, Almería perdió a su más decidido paladín, genuino
referente de la cultura mediterránea.
Este año se conmemora el Centenario de su nacimiento, efeméride que
parece pasará como otra fecha cualquiera en el calendario de esta ciudad que suele
abandonar a los suyos para agasajar a extraños.
Jesús Ruz de Perceval
Artículo publicado en "La Voz de Almería" 17/03/2015.